en Jornal Terras da Beira
Traducción Alegría Alonso
El tema de la desigualdad es
central a la hora de analizar y debatir nuestra organización social y
económica.
Ha sido un tema clave en el debate político, económico e ideológico
de los últimos 150 años.
Se han llevado a cabo muchos debates, reuniones, proyectos
políticos, revoluciones y se ha derramado mucha sangre en nombre de una mayor igualdad entre todos.
De hecho,
es una causa popular, apoyada por muchos y no es algo común escuchar a alguien
defender las desigualdades de manera abierta y pública.
En Portugal la
Revolución de abril 1974 también estuvo guiada por el ideal de la igualdad y
todos los partidos políticos abogaban por la lucha contra la desigualdad como
uno de sus objetivos. Más incluso, excepto el Partido del Centro Democrático
Social (CDS), las demás formaciones, incluido el Partido Popular Democrático - Partido
Social Demócrata (PPD - PSD), defendían inicialmente en sus programas políticos la construcción del
socialismo.
Sin embargo, pese a las innegables mejoras en las condiciones de
vida de muchos portugueses, podemos decir, pasados 40 años, que fue un fracaso
político la construcción de una sociedad más igualitaria.
Portugal sigue siendo
uno de los países más desiguales del llamado mundo "desarrollado".
¿Por qué no se consiguieron mejores resultados en una causa (igualdad) que
contaba con tanto apoyo? ¿El discurso no
se acompasó con la acción? ¿Intereses creados que dominan la voluntad
democrática?
Claro que la situación global no es mejor. Datos recientemente hechos
públicos nos muestran que la mitad de la riqueza del planeta está en manos de
un 1% de sus habitantes.
Según la ONG
Oxfam los ingresos anuales de las 100 personas más ricas serían 4 veces suficientes
para poner fin la pobreza global. La 85 más ricos del mundo poseen una fortuna
equivalente a 3,5 mil millones de personas que conforman la mitad más pobre del
mundo. En países como China, Estados Unidos y Portugal, la fortuna de los más
ricos se ha más que duplicado en los últimos 30 años.
El "Informe de Riqueza
Mundial 2013", divulgado por la consultora Wealth X y por el banco suizo
UBS revela que el número de multimillonarios en Portugal (con fortunas
superiores a 25 millones de euros) aumentó un 10,8 %, pasando de 785 en 2012 a
870 personas en 2013. Y el montante de sus activos también creció el 11,1%,
pasando de 67 a 75 mil millones de euros. En ambos indicadores por encima de la
media europea. Esto en un país que vive una recesión económica, con frecuentes recortes
en salarios, pensiones y servicios públicos y, con la tasa de desempleo en
máximos históricos.
Muchos políticos y comentaristas al
servicio del orden establecido opinan que cuántos más millonarios haya, mejor, porque
son ellos quienes crean puestos de trabajo. Pero ¿la realidad confirma esta
tesis? Son los mismos que dicen que es bueno alejar al estado de la economía y que éste debe
limitarse a las funciones de la soberanía (Justicia, Seguridad Pública, Defensa
Nacional) para que los agentes económicos privados puedan crear libremente
riqueza y empleo.
Y que antes de hablar de redistribución de la riqueza tenemos
que hablar de su creación y de
crecimiento económico (este discurso aparece a menudo asociado a la
propuesta de reducir los impuestos a los más ricos), como si el hecho de que
las personas tengan mejores salarios no tuviera influencia en el crecimiento
económico.
Hoy en día es cada vez más evidente que en un sistema económico
capitalista, sobre todo no regulado, el pastel del crecimiento económico queda en
manos de una pequeña minoría. La mayoría no recibe más que migajas, como mucho
una o dos rebanadas. El sistema genera personas cada vez más ricas y otras cada
vez más pobres. ¿Y cómo queda el Estado en esta historia? Se queda con un
incremento de gastos para apoyar a los pobres y a los desempleados y tiene que
endeudarse ante los que son más ricos (muchos de ellos con el dinero guardado
en paraísos fiscales), que de este modo se hacen aún más ricos y poderosos.
Las desigualdades son ética y
socialmente injustas. ¿Alguien cree que los banqueros o los administradores de
las sociedades que cotizan en bolsa trabajan para merecer los salarios que
reciben? Pero amenazan también la estabilidad social y la democracia.
No es
posible tener una democracia sana cuando existen semejantes desigualdades
sociales. Por eso apoyo la propuesta que el Profesor Gustavo Cardoso publicó el
24 de enero de 2014 en el periódico Publico, de establecer por ley el máximo de desigualdad que estamos dispuestos a
aceptar en Portugal y en Europa, una verdadera "regla de oro " que
debería cumplir todos los gobiernos, con independencia del color del partido.
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